Ideas para el cambio [Opción #1]

Es un hecho habitual que al estudiar la distribución por sexos en los centros penitenciarios nos encontremos con la disparidad de lo que supone la presencia femenina frente a la masculina. En España, más del 90% del total de reclusos es varón, porcentaje que apenas se ha movido en los últimos veinte años. Una presencia masculina tan marcada en las cárceles conlleva que en estos establecimientos se desarrolle, por la fuerza de la disparidad entre reclusos hombres y reclusas mujeres, una cultura, unos procedimientos y un modo de organización que responde a la población dominante. Las mujeres son minoría y en muchos centros penitenciarios su presencia es tan nimia que ni siquiera tienen la posibilidad de organizarse como colectivo viviendo en un mundo ajeno y con escaso apoyo de sus congéneres.

Así se observa que hay centros que son exclusivamente femeninos, como Madrid I, Ávila y Alcalá de Guadaira en Sevilla (está en proceso de cierre). Frente a esta realidad, hay otros establecimientos en donde la presencia femenina es casi testimonial.

La gran mayoría de las mujeres extranjeras que se encuentran encarceladas en España cumplen sus condenas, al igual que sus compañeras españolas, en centros penitenciarios diseñados para hombres. Invisibles por su presencia minoritaria, sus necesidades específicas son casi desconocidas. Cuestiones básicas como las condiciones de vida, el trabajo remunerado, la formación profesional, la educación, la asistencia sanitaria y la comunicación han sido planificadas históricamente considerando a sus compañeros. La consecuencia de esta situación producida por el desconocimiento es la falta de adecuación de la acción penitenciaria a las necesidades y características específicas de las mujeres encarceladas en general y, de las extranjeras en particular. En el caso de estas últimas hay que añadir un cúmulo de diferencias idiomáticas, culturales, religiosas y étnicas que agudizan las diferencias y la vivencia más cruda de la vida en el ámbito penitenciario español.

La mujer extranjera en las prisiones españolas no ha sido objeto de estudios cualitativos. Algunos datos existen sobre su distribución en los centros penitenciarios, que se recogen en el primer capítulo como encuadramiento numérico, pero de las circunstancias, anhelos, modos de vida y expectativas, poco se sabe. En muchos casos a causa de su incapacidad para expresarse bien sea por limitaciones educativas, bien por no ser hispano hablantes.

Dentro de la cárcel hay muchas extranjeras que no tienen a nadie y dependen de la solidaridad entre las propias mujeres para resolver las primeras necesidades, ya que muchas entraron en prisión con lo puesto. 

El tiempo cronológico es por tanto el primer elemento del que se desposee a las presas. El efecto esperado la sumisión. Sin embargo, en alguna medida, existen otras temporalidades que les sigue perteneciendo. Ellas deciden si transforman el tiempo de espera, de castigo, en un tiempo de expectativas de reconstrucción personal, en un tiempo para ser madres, en un tiempo de lucha o en tiempo de aislamiento social. Ese tiempo es el que perciben que controlan. Ése es su tiempo, lo que realmente les pertenece es su decisión personal del modo en que se enfrentan al castigo. 

La segunda limitación se refiere al control de la distribución física y funcional del espacio en prisión. Se sale del módulo para ir a trabajar, estudiar, hacer deporte, a la piscina, al médico, a ver a la familia, a los amigos o a buscar novio. El módulo representa la reclusión, la monotonía, lo cotidiano, la cárcel, el castigo, el aislamiento. Los espacios extra modulares son concebidos como una metáfora de la vida en el exterior de la prisión. Lógicamente, salir del módulo es un premio que controla la institución, un premio al que no accede la que resiste. Sólo sale quien cumple las normas.

Si los espacios extra modulares son la metáfora de la vida social exterior, la celda, “el chabolo” como ellas la llaman, es la ilusión del hogar. En este caso, yo permito a las mujeres decorarla a su gusto e intento facilitarles acceso a telas que ofrecen la posibilidad de diferenciarse y en cualquier caso el orden y la limpieza que sirve para demostrar el buen camino seguido en el proceso de normalización. Los módulos de mujeres se enseñan al visitante porque están limpios, porque no “huelen a cárcel”. Así se demuestra que las mujeres son limpias, que son diferentes a sus compañeros, que cumplen con las expectativas sociales, que la cárcel sirve al menos para eso.

Sin dinero, ni posibilidades de obtenerlo, porque pasan muchos meses, e incluso años, hasta que pueden empezar a trabajar en prisión, sin red de apoyo externa y sin poder comunicarse (no tienen dinero para conseguir tarjetas de teléfono), la primera tabla de salvación, como se ha mencionado, es la solidaridad de sus compañeras, sobre todo, si tienen la suerte de dar con compatriotas. Esta es otra manera en la que puedo ayudar intentando encontrar una compañera que sea lo más idónea posible para que su entrada sea lo más suave posible al principio es fundamental. Ellas le explicarán el funcionamiento cotidiano de la prisión, los peligros, la forma de acceder al trabajo, de conseguir dinero y, en definitiva, de mejorar su situación cotidiana. 

Pasado un tiempo de adaptación, las clases de español para extranjeros les permitirá conocer a otras extranjeras que han pasado por el mismo camino que ellas recientemente. Serán su segundo grupo de referencia. En un tiempo relativamente breve controlarán el suficiente español como para realizar alguna solicitud a quienes las custodian. Hay que hacer solicitudes para todo y hacerlas en español. Si no saben suficiente, la solidaridad de alguna que las traduce o el ingenio vuelven a ser la solución. Si no consiguen traductora, copian otros escritos de solicitudes de compañeras que han pedido lo mismo que ellas y, sin entender siquiera lo que escriben, lo entregan. En este apartado también es importante mi implicación personal, revisando lo escrito y registrándolo a la mayor brevedad.


Otro punto en el que puedo intervenir es impedir que haya racismo y xenofobia porque ambas están muy presentes, ya que con las gitanas y las “yonkis” hay un abismo cultural, con las demás se compite para todo, sobre todo, para el trabajo.

No menos importante son las relaciones con un grupo de referencia, como es el de los varones presos. Ellos representan para muchas el sustento afectivo y económico cotidiano durante el encierro. Esto significa que la mitad de las mujeres que están presas mantiene una relación íntima con un varón que ha conocido en prisión. Los requisitos formales para iniciar y mantener esa relación no son muy exigentes: seis meses de noviazgo o cortejo demostrables (las cartas sirven), solicitudes de vis a vis mutuas y aceptación por parte de la institución de la petición. En este punto, es importante para mi estar especialmente atento a fin de evitar situaciones tales como prostitución encubierta, maltrato, extorsiones…

Desde la perspectiva de la institución, está claro que estas relaciones ocupan el tiempo, entretienen y, sobre todo, movilizan a la acción dentro de las normas de la prisión, tanto de las mujeres como de los varones más peligrosos. Si se quiere tener la posibilidad de encontrar pareja hay que salir del módulo y para salir del módulo hay que tener una ocupación o ir a la escuela o realizar actividades. El requisito es portarse de acuerdo a las normas y, por supuesto, no tener sanciones.

Oro grupo que afecta a la cotidianeidad de las mujeres presas es el del funcionariado que las custodia. Las referencias son ambivalentes, representan los límites y la sanción, pero también la ayuda y la confianza. La queja habitual es la arbitrariedad y la injusticia en el trato, sobre todo de las mujeres funcionarias. Los hombres que realizan estas tareas son percibidos como más permisivos, menos rígidos ante las normas cotidianas. En este tema cada funcionario o funcionaria desempeñamos un cometido regimental o tratamental que son complementarios en sí mismos.

Todo este conjunto de grupos sociales construye su vida cotidiana cercana, sin embargo, no se puede dejar de mencionar que el grupo que más afecta a estas mujeres día a día es el familiar. Además del apoyo afectivo, son también su apoyo económico, sobre todo al inicio del ingreso. En su vida cotidiana están presentes en las comunicaciones telefónicas, en las familiares y en las que se realizan con la mediación de un cristal. Este es un aspecto en el que también puedo intervenir con cierta flexibilidad dentro del escrupuloso cumplimiento de las normas de régimen interior.

Para finalizar, llama la atención la percepción que tienen las presas extranjeras del recurso desigualitario de acceso a la información en relación a sus compañeras de prisión de nacionalidad española. Por un lado, perciben que el trato es diferente por nacionalidad, en cuanto a la información que se les ofrece relacionada con sus condenas. Por otro lado, creen que el hecho de ser extranjeras determina la falta de atención por parte de abogados o representantes consulares. 

De hecho, una queja que recibo continuamente es la siguiente: “una extranjera en la cárcel no es igual tratada que las presas españolas y hay muchísimos fallos, falta de información y nos comemos una condena entera porque si yo tuviese familia aquí no estaría en la cárcel, y estaría en tercer grado seguramente”.

Todo se complica para este sector de la población penitenciaria por el hecho de carecer del apoyo familiar. Son muy pocas las extranjeras en prisión que tienen familia en nuestro país. Es más normal encontrar casos que declaran lo contrario, lo que va acompañado de una desigual comunicación con el exterior en comparación con las españolas, así como a carencias básicas de índole económica.

A lo anterior, cabe añadir diferencias culturales, de idioma, religiosas y étnicas que hacen más desigual la estancia de extranjeras en prisión, respecto a las mujeres de nacionalidad española, las cuales sufren situaciones doblemente discriminatorias frente a los varones y a las otras reclusas. Las extranjeras, además, perciben que el trato es diferente por nacionalidad, en cuanto a atenciones e información de abogados o consulados, entre otros. En términos generales, la falta de apoyo se identifica de forma explícita por parte de estas mujeres en términos económicos y, también, emocionales; ante lo que emerge una fuerte solidaridad entre ellas. 









 

 

 

 

 

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